sábado, 23 de febrero de 2019

La historia de Sansón.



Sexo, sexo, sexo. Así titulé la segunda entrada del blog de mi anterior novela, La odisea de Tashiko. Que por cierto, no sé por qué, fue una de las entradas más leídas de ese blog, al contrario que otra entrada del mismo blog, titulada Religión y espiritualidad.
Y ahora que os he llamado la atención, diré que la presente entrada tenía que haberse titulado fe, fe, fe. Porque la fe es importante en La colonia infernal, mi cuarta novela que en breve será publicada por Ediciones Atlantis.
Pero ante todo, que nadie se escaquee, que al tratar de fe en esta entrada, no voy a debatir sobre la existencia de Dios, ni de la veracidad de esta u otra institución religiosa. En esta entrada, voy a hablar de la fe, la fe fe, sin más.
Como ya he dicho antes, cuando escribo, mis historias suelen cobrar vida propia a medida que se van desarrollando, llevando, a mí y al lector, por derroteros imprevistos. Cuando escribí El Heraldo del Caos, no pretendía hablar del sentido de la vida. Con El Observador, terminé por plasmar las implicaciones filosóficas del experimento de Miller. Y en La odisea de Tashiko, se acaba por viajar al origen del universo. Sucede algo parecido con La colonia infernal, en el que, además de hablar del fin del universo, también se hace una breve reflexión de la fe y de su utilidad.
Para poder entender cómo llegaron estas reflexiones a una novela de terror ambientada en un entorno de ciencia ficción, hay que recurrir al mayor libro de terror de todos los tiempos; La Biblia. Y en concreto, en la historia de Sansón.

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Todo el mundo conoce esta historia. Sansón, la versión de héroe hercúleo del pueblo hebreo, lucha contra los opresores filisteos, gracias a su increíble fuerza física. Ante la invencibilidad de Sansón en en combate, es seducido por Dalila, una filistea. Esta mujer averigua que si se le cortan los cabellos, Sansón pierde la fuerza. Así que ella misma se ocupa de ejercer de peluquera traicionera, y los filisteos capturan a Sansón, le torturan y le dejan ciego. No obstante, Sansón realiza una última proeza, destruyendo el templo de los filisteos al derribar sus dos columnas principales.
Mención aparte merece las motivaciones reales de Dalila. Una vez más, La Biblia vuelve a demonizar a un personaje femenino. Solamente quería señalar el poco énfasis que muestran algunos predicadores, en mencionar que Dalila es la segunda esposa de Sansón, porque la anterior mujer del pobre fortachón, que también era filistea, fue quemada viva por los filisteos. Una filistea casada con un hebreo, ¡qué escándalo! Si me piden mi opinión, les diré que creo que Dalila no traicionó a Sansón por unas míseras monedas de plantas; simplemente, no deseaba compartir el mismo destino que su compatriota y anterior esposa de Sansón.
Pero vayamos al meollo de la cuestión. ¿Por qué Sansón pierde la fuerza cuando se le corta el cabello? ¿De verdad creen ustedes que alguien se vuelve débil por quedarse sin pelo?
La respuesta a esta última pregunta es que poco importa lo que ustedes, o yo, creamos o no. Porque en la historia de Sansón, lo que de verdad importa es lo que cree el propio protagonista.
Sansón adquirió la costumbre de dejarse el pelo largo en señal de sumisión a Dios. Lo hizo porque él creía que su extraordinaria fuerza física era un don otorgado por el mismísimo Dios. Tenía que demostrar su sumisión ante Dios de alguna manera. Y por lo tanto, también creía, que si algún día llegaba a cortarse el pelo, Dios se ofendería con él y le quitaría la fuerza.
No sé a ustedes, pero en mi vida no me encontré con ningún predicador o guía religioso que me haya contado esta historia así. Porque si tenemos en cuenta este aspecto, que Sansón pierde la fuerza por obra y gracia de su fe en Dios, tendremos que llegar a una funesta conclusión; que la fe puede ser una arma de doble filo.
Y precisamente, esta conclusión es la que terminó impregnando La colonia infernal, dando lugar a una inquietante moraleja; hay que tener mucho cuidado en qué depositas tu fe. Y no digo que sea malo tener fe, creer en Dios, o en lo que ustedes quieran. Lo digo es que la fe, como cualquier otro aspecto de la vida, es algo que hay que saber desarrollar, mimar, canalizar y manejar. ¡Ah! ¡Y mucho ojito con los falsos profetas! Los reconoceréis porque apelarán más a vuestros miedos que a vuestra fe. Y algo parecido sucede en La colonia infernal...

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